Después de un tiempo dándole vueltas, al final tenía que probarlo. Llevaba más de cuatro años como feliz usuario de iOS, y tengo que reconocer que las pocas veces que me había acercado a Android, no me había gustado.
Me parecía más tosco, peor acabado, menos intuitivo y mucho menos homogéneo en cuanto a las aplicaciones. Me recordaba demasiado a Gnome.
Entonces viene un amigo, me llama fanboy de Apple, y empiezo a pensar en hacerme con un terminal comparable con el iPhone 5: El Galaxy S-III. Otro amigo me avisa de que el Nexus 4, que promete, vuelve a estar disponible en Google Play, y me lanzo.
A partir de ahí empiezan a llegar los ‘wow’, uno detrás de otro.
Antes de encenderlo
El primer ‘wow’ llega tres días después, cuando recibo el terminal con más de una semana de adelanto. De lo primero que me doy cuenta es de que había cometido el error de juzgar el sistema por los terminales que conocía. Este es precioso, y ágil, y eso se nota nada más encenderlo.
Puesta en marcha
Una hora. Ese es el tiempo que necesité para dejarlo ‘en orden de marcha’: Correo configurado, contactos, calendario y aplicaciones principales. Pensaba que esta sería una tarea larga, dificil, frustrante e incompleta, pero resultó ser todo lo contrario.
‘Fine tunning’
Una vez ya tenía lo que usaba de iOS, tocaba ver y aprender lo que no usaba porque no había tenido hasta entonces.
Widgets. Puedes pasar un rato poniendo y quitando widgets, hasta que te encuentras a gusto. La mayoría son bastante estúpidos, pero hay unos cuantos muy útiles que merece la pena tener en el escritorio: correo, uno para el personal y otro para el de trabajo. Calendario, consumos de móvil, accesos directos a apartados de configuración, gestor de Wifi//bt/gps…
Folds también en el dock, abajo. Uno para correo/agenda/calendario, otro para comunicaciones, otro para tareas y otro para navegador y almacenamiento online. Todo en su sitio. Todo junto.
En iOS hacía algo parecido, pero fuera del dock. En él, sólo podía tener la aplicación más relevante de cada grupo.
Organización. El resto de aplicaciones distribuidas en distintas pantallas en función de para qué son, y las que no son de uso habitual, en la lista completa, fuera del escritorio. Otra cosa que no se puede hacer con iOS. En iOS, o tienes la app en el escritorio, o la desinstalas. Otro detalle que iOS no permite: poner la misma app en varios sitios si quieres.
Aplicaciones. Muy pocas de las aplicaciones que utilizaba en iOS no estaban en Google Play, y no ha sido nada difícil encontrar una equivalente gratuita o más barata que en la AppStore.
Luz de notificación totalmente configurable que te permite visualizar el parpadeo de una luz bajo la pantalla cuando esta está apagada y saber, sin encenderla, si tienes (y qué es) llamadas perdidas, correo, whatsapps, poca batería, cobertura,….
Pequeños detalles. A partir de ahí, infinidad de pequeñas cosas que hacen que te sientas a gusto con el dispositivo: Acabado suave, reconocimiento facial, que funciona realmente bien y rápido, un centro de notificaciones más completo e intuitivo, y hasta una forma chulísima de apagarse la pantalla, que no sirve para nada pero hace notar que se ha cuidado hasta el más mínimo aspecto.
El teclado en pantalla y el autocorrector también están más trabajados, y resulta realmente cómodo escribir un articulo del tamaño de este post con ellos.
En resumen: El switcheo de iOS a Android no es que no haya sido traumático, sino que en muy pocos días tengo la sensación de que lo que me resultaría incómodo sería volver al anterior sistema.
Por supuesto, a todo esto ha ayudado que buena parte del contenido que guardo en un smartphone está en la nube, y el terminal no deja de ser un mero interfaz.